viernes, 24 de diciembre de 2010

All the king's men

All the king's men
Robert Penn Warren
2007 Penguin Books


"El hijo llega a casa y el padre lo ata bien atado. El viejo (o la vieja, según el caso) no tiene nada que decierle al hijo. Lo único que quiere es que el hijo esté en par de horas en una silla y después se vaya a dormir bajo el mismo techo. Eso no es amor. Y no digo que no exista el amor: sólo me refiero a una cosa que es distinta al amor, pero que a veces recibe el nombre de amor. Puede ser que, sin esto de lo que hablo, el amor no exista, pero esto por sí solo no es amor. Sólo es algo que se lleva en la sangre. Es una especie de codicia de la sangre y es el destino de un hombre. Es aquello que distingue al hombre de los felices animales irracionales. Cuando naces, tu padre y tu madre pierden algo de sí mismos, y harán todo lo posible por recuperarlo. Esa cosa que han perdido eres tú. Saben que no lo pueden recuperar del todo, pero te cogerán el trozo más grande que puedan. Y la típica y entrañable reunión familiar, con el pícnic bajo los alces, se parece mucho a tirarse de cabeza a un acuario lleno de pulpos."

Marry Xmas (if you're not already married)

Fran Kaplan

sábado, 4 de diciembre de 2010

Acidulce

Maldito karma
David Safier
2007. Seix Barral


Una presentadora de la televisión alemana muere golpeada por un retrete procedente de la desintegración de una estación espacial rusa y, a consecuencia de su mal karma, se reencarna en hormiga. David Safier parece seguir al pie de la letra la famosa premisa de Billy Wilder de que «una película debe comenzar con un terremoto y luego ir subiendo» porque a un comienzo impactante le sigue una historia trepidante, tan imaginativa y amena que, después de las primeras páginas, realmente cuesta levantar la vista del papel. Aunque ese ritmo vertiginoso impide prácticamente cualquier profundización o preciosismo literario, el autor consigue instilar en sus personajes una inesperada ternura y lo que en un principio parecía que iba a ser una fábula ácida y corrosiva sobre las consecuencias de nuestros actos acaba convirtiéndose en una historia bienintencionada que deja al lector un buen sabor de boca. Que no es poco.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Excusados no tan inocentes


Como una buena rubia y un más tópico periodista les voy a dar noticia aquí, en mi opening night, de un libro que aún no leí y que puede probablemente no lea nunca. Pero no me cabe duda de que citaré en docenas de ocasiones, sobre todo en conversaciones con sospechosos habituales de este blog, la tesis principal que mantiene la sociológa Sheila L. Cavanagh en su nuevo trabajo titulado “Queering Bathrooms: Gender, Sexuality, and the Hygienic Imagination” (University of Toronto Press, 2010). Estudios de campo en cuartos de baño: la fenomenología hecha Academia, o lo que es lo mismo, cómo sacar partida doble de tus noches de farra y aumentar así tu experiencia investigadora mientras aguardas las colas de los meaderos nocturnos. Para cagarse.

Bueno, por expeler de una sola porción la tesis de la autora, en resumen la profesora sostiene que las comunidades gay, lésbicas, bisexuales y transexuales, además de quienes basculan entre unas y otras depende de la noche cerrada de los sueños, han de afrontar con soltura y cierta incomodidad la imposición de una norma social excluyente (otra más) cuando les entran ganas de dar de cuerpo aguas mayores y menores. Porque claro, para otras cuestiones o apretones, uno nunca repara en donde se mete.

La buena mujer parece haber obrado una explicación de cómo la separación heteronormativa –esta palabra la usa para darse un baño de cientificismo- de los baños públicos, impuesta social y subrepticiamente por toda esa plétora de iconos colgantes en las puertas de los servicios (pipas humeantes, sombreros cordobeses, siluetas de Fred Astaire, símbolos del círculo y la flecha, para ellos; polisones, abanicos, Ginger Rogers acartonadas y círculos con cruces para ellas), no son sino flechas y cruces hirientes para quienes no se ajustan a esas divisiones tan dicotómicas. O sea, que desde que uno aprende a mear solo, y ya no entra con su madre donde a ella le parece, estas puertas crean ya un cierto reparo a la psique de muchas personas de las grandes ciudades de USA and Canadá. 

Al parecer, el libro se recrea en ofrecer fórmulas más imaginativas para el diseño inclusivo de posibles baños públicos. Espero que vayan más allá de la manida sitcom que originaba el cuartito común de “Ally McBeal”, que en la televisión española sólo se atrevió a importar la versión cañí de “Betty la fea”. Pero yo no puedo dar ideas de cómo han de ser estos baños, porque aún no me aclaro de cómo ni cuándo voy a reformar el mío (me han invitado a una fiesta privada de inauguración de baño, a ver si tomo ideas, además de buscar el papel, actividad furtiva que siempre me persigue cuando voy de visita y me voy de bareta o de baretos). A mí la “Hygienic Imagination” sólo me da para elucubrar, hogareñamente hablando, sobre cuándo me tocará cambiar la bombona.  

Con independencia de que la tesis, la metodología, las muestras y las conclusiones de Cavanagh sean o no dignas de ser tenidas en cuenta (o sea, una cagada), el tema en cuestión  de los gregarios lugares públicos de aseo es bastante sugerente. ¿Quién no se acuerda de los semáforos de cartulina que se exhibían junto a la puerta de la clase en el colegio, para dar cuenta de si alguien andaba por allí aliviándose? ¿Quién no se ha sentido amenazado por no saber qué se puede encontrar en un baño? ¿Quiénes no han usado los retretes como escenarios de escarceos y estrenos amatorios o románticos? Si las letrinas hablaran, ¿hablarían en prosa o en verso? ¿Por qué un compañero de mi trabajo se escandalizó al tener que compartir excusado con las compañeras? ¿Ha de sentirse uno culpable cuando en un bar no encuentra a las claras el lugar que supuestamente le corresponde para dar rienda suelta a sus excrecencias? ¿Por qué hay baños públicos con llave y otros solicitan consumiciones o impuestos revolucionarios para el orín? ¿Es más humillante que te pillen con los pantalones bajados, sentado a la taza, o pillar a alguien en esa misma pose? No sé, esta autora, buscando su trono, me ha hecho recordar grandes momentos de mi vida asociados a cuartos de baño públicos. No es que sea George Michael, no crean. Pero soy de los que nunca repara en heteronormatividades cuando llega la hora de dar de mí.

Un último excretor: para festejar el lanzamiento del libro y el incremento de los sexenios sexuales de la investigadora, los editores organizaron con la autora y unos amigos suyos DJ´s y fotógrafos una ruta por baños públicos de Toronto. Fue a finales de octubre, chicos, llegamos tarde. Pero se ve que con tal de aumentar su expediente no se constriñe nadagh la Cavanagh. 

En fin, zurrapa somos, en zurrapa nos convertiremos, y por los retretes donde entremos nos encontraremos y nos retrataremos. 

EL MERODEADOR

jueves, 4 de noviembre de 2010

POEMAS PARA LOS HOMBRES QUE SUEÑAN CON LOLITA

COME ON GIRLS!!
Do you believe in love? Cos' I got something to say about it and it goes something like this...;-)

Sí, así es como yo inauguro este blog, con esta ambición, poder y determinación que tenéis que tener las que queréis ser rubias y pertenecer de verdad a este blog. Porque aquí...la única rubia de verdad soy yo.
La más rubia de todas las rubias, la más lolita de todas, soy yo.

Aparte de esto, hay algo que necesita este blog que no veo y que puede acabar con su existencia de forma inminente. Y es sensualidad (la rubia de la portada de al lado es puramente SEXUAL, que me parece bien también). Una buena rubia tiene que tener mucha sensualidad para serlo de verdad.Este blog tiene que ser un grito de autoafirmación de lo que significa ser rubia y leer como una rubia de verdad. Y esto es lo que tiene una Lolita: sensualidad e inocencia fingida. Y de lo que habla la autora Kim Morrisey que cita Camille Paglia en su libro "Vamps and Tramps. Más alla del feminismo" (que os recomiendo a las que queráis enfrentaros a una lectura beligerante, agresiva pero tremendamente sincera).

Según ella "quiere que la gente nunca más pueda volver a decir la palabra "Lolita" diciéndola de la misma forma tópica"...mezclándolo con un ingrediente incestuoso. Este es un trozo de sus poemas....

(Imégenes semioníricas de una muchacha en un columpio se superponen a su cara, acompañadas de gritos distorsionados en un patio).
"Padrastro, en algún lugar entre la oscura mancha sobre los azulejos y las toallas amontonadas en la parte de atrás del lavabo, dejas tu maletín. Puedo marcharme si quiero. Hoy me estás dejando elegir. Veo mi cabeza girar en el espejo, el pelo fino echado hacia atrás con los dedos, atado en el nacimiento de mi cuello como un arco, saboreo tu pelo en el fondo de mi garganta, cables tensos sobre la punta de mi lengua. Hoy es el día que tomamos las decisiones. Tú o la familia adoptiva. Tú o la silla".

Y esto sólo para abrir boca.Volveré. Con la misma determinación  de ahora, algo que nosotras, RUBIAS, tenemos que tener.

Para finalizar, un documento visual de la "ambición rubia" y un grito desesperado a este blog para que no tenga alma de "acabada". Otro dia hablamos de su libro "Sex" o de Lady Di. Besos cariñosos a todas:

http://www.youtube.com/watch?v=QbHDhEiVt6M

Chendo Superstar

¿Autojustificación sincera o falsa modestia?

Elvira Lindo (Cádiz, 1962) ha publicado en el 2010 un libro, Lo que me queda por vivir, que probablemente llevaba madurando desde hacía mucho tiempo. En su promoción ha reconocido que es el que más miedo le ha dado escribir y, sobre todo, entregar al público. Y no es de extrañar, siempre es duro exponerse. Pero con cuarenta y ocho años las cosas deben verse de otra manera y tras recibir el beneplácito de su marido, hijo (co-protagonista de la obra) y de ciertas amistades, se ha atrevido.
Aviso para navegantes: este libro te gustará si ya te gusta Elvira, así de simple. Dejando de lado la polémica sobre sus posibles rasgos autobiográficos (obvios, por otra parte) o su vertiente autoficcional (estilo todavía no muy bien visto en este país), resultaría bastante simple criticarle la cobardía de no asumir más allá de lo políticamente correcto las referencias personales que plagan el libro. En su derecho está, ya sea por querer proteger la intimidad de conocidos y personas de su entorno o simplemente por protegerse a ella misma. En este sentido, más meritorio es descargar sobre el lector confesiones de calado, sean suyas, depositadas en ella desde la confianza o captadas en otras relaciones sociales:
“Cómo se hace para pedir ayuda, para contarle a alguien que un desgarro interior no te deja dormir, cómo se llega a comprender que hay amores que han caducado, que prolongarlos es pudrirlos, cómo aprende uno a defenderse, a tener dignidad y no desear la compañía de quien sabes de antemano que te destruye, cómo distinguir entre amor y obsesión, por qué luchar por lo que ya no te pertenece, cómo se hace para estar triste sin humildad, cómo aprender a comportarse correctamente, de tal manera que no tengas que pasar la vida rumiando errores que duelen más que por su gravedad por la cantidad de veces que los has repetido”.
Comentamos al hilo de esta cita varios aspectos del libro. Primero, el estilo de Elvira a veces flaquea, es cierto. Puede llegar a sonrojar, también. Excelente a la hora de captar las voces que pueblan este país, como en las películas corales españolas que tanto defiende, la autora sigue sin encontrar una suya propia que quede bien definida, con escasos hallazgos estilísticos, cierto abuso de algunos lugares comunes y titubeos entre la óptica infantil, juvenil y adulta. Sin embargo, está en el buen camino, y pronto logrará distanciarse lo justo de su tono de comentarista jocosa en radio y columnas de prensa, de su gravedad exagerada en asuntos que lo requieren, de su estudiada superficialidad de novelas para adolescentes y otras publicaciones, para poder desarrollar un estilo que se ajuste a este tipo de contenido.
En segundo lugar, hay que destacar en la obra el proceso de redención que Elvira experimenta y ha tenido la generosidad de compartir. Este proceso es múltiple y atañe a muchas dimensiones personales, desde la relación con sus raíces en un pueblo de personajes cercanos y a la vez extraños (como el muy interesante retrato de la tía solterona) y su estigma de incomprendida (demasiado moderna para el pueblo, demasiado cateta para la ciudad) hasta  su continuo sentimiento de culpa respecto a una maternidad mal llevada: “Las madres, las otras, no cantaban canciones tristes que el niño aprendía como si fueran melodías infantiles pero que inoculaban en su corazón infantil un poso de melancolía que le habría de acompañar siempre. Las madres no le cantaban al niño Cuesta abajo, aquella canción del hombre que daba tanta pena porque tenía voz de muerto”.
En tercer lugar, y es aquí donde el libro puede tener cierto tufillo a falsa modestia, Elvira se deja seducir por la ilusión de la autojusticación. Si bien nos avisa (“Tengo la poco aconsejable costumbre de juzgarme muy duramente, de hurgar en lo que me produce desconsuelo”), no logramos evitar ver cierta falsedad en la explicación de unas malas decisiones con los hombres, el trabajo, la educación de un hijo, etc. que, al final, terminan bien. O no tan bien. Pero así es la vida, ¿no?
Se agradece, por otro lado, que toda esta explicación personal se nos haga llegar con una mueca de humor (“Mi padre siempre dijo que yo atraía el dinero […] tal vez no demasiado dinero, pero sí el suficiente para no tener que preocuparme por él”) o desde la intimidad del corazón (sobre todo en el análisis de las relaciones amorosas: “Yo era como una adolescente que se enfrenta a un aborto en solitario, tan torpe que no ha sabido granjearse la compañía de una amiga cómplice. Sólo contaba con un hombre que en esos momentos fumaba en la calle, incapaz de superar su despecho de la misma manera en que yo había sido incapaz de reconocerle como mi pareja”). Sin embargo, en esto reside la mayor virtud de esta obra de transición en la producción de la escritora, en la valentía, a la que no ha dado nada de bombo, de habernos abierto una ventana a un universo personal que nos puede gustar más o menos, pero que al menos posee la riqueza de la complejidad emocional de toda persona y que servirá puntualmente como justa catarsis para algunos. De ahí que se le perdone esta cierta falsa modestia, porque al final, su hijo, el eje que vertebra unos años de desarrollo personal que sirven para crear una imagen cercana de Elvira (y advertimos que se abstengan de leer el libro aquellos que busquen el enésimo retrato manido de los ochenta madrileños), termina encandilando, gracias a su carácter pero, sobre todo, al cobijo existencial que esta mujer frágil y confundida le va dando. Y como ejemplo, aunque el capítulo favorito de la autora sea El huevo Kínder, valga esta cita hacia el final del último, uno de los muchos recuerdos de las soledades de la madre y el hijo:
“Llegaría septiembre, con su renovada energía escolar y la melancolía de los últimos días amarillos del verano, y tras ir a los almacenes para comprar el nuevo babi, la mochila y los lápices de niño parvulario, volveríamos a casa, con la mano en la frente para impedir que un viento violento e inesperado nos metiera la arena del parquecillo en los ojos. Mi falda se hincharía como un globo y, luego, la fuerza del aire la subiría para arriba como un paraguas vuelto del revés. Y entonces descubriría en los ojos del niño qué es lo que ocurre cuando en una mente, que aún bascula entre lo mágico y lo real, se presenta el temor de que su madre sea arrancada de la tierra y se aleje en el cielo hasta desaparecer, como el globo que se le escapa a uno de la mano”.
Lectura para fans, pero también para nuevos lectores capaces de acercarse a ella sin mucho prejuicio.
Adolfo Sánchez

viernes, 29 de octubre de 2010

El placer del viajero. Ian McEwan

Todos los libros ambientados en Venecia parecen impregnarse del aúrea decadente y romántica de la ciudad, y El placer del viajero lo hace para sorprender con un final que obliga a evaluar toda la obra desde una perspectiva diferente. Sin embargo, es cierto que hay pistas de lo que va a ocurrir, como en la segunda cita de El placer del viajero: "Los viajes son una brutalidad. Le obligan a uno a confiar en extraños y a perder de vista toda la comodidad familiar de la casa y de los amigos. Se está en continuo desequilibrio. Nada le pertenece a uno salvo las cosas esenciales: el aire, el descanso, los sueños, el mar, el cielo, y todo tiende hacia lo eterno o a lo que imaginamos de la eternidad." Quien haya leído completo esta cita ya habrá leído lo mejor del libro, y es que entre Pavese y McEwan, no hay color, qué quieren que les diga. Es una novelita (corta, como a mí me gustan) con oficio, que retrata algún personaje interesante, pero... la prosa no denota nada de particular, no hay grandes diálogos (más bien pobres), los temas que se tratan se hacen peor que en otros casos similares, y la carga de profundidad que encierra el libro, los mensajes subliminales que dejan en la mente de quien la lee, me parecen muy poco cristianos (en el buen sentido de la palabra), claro, lo de "con lo bien se está en casita" (que es lo que dice Pavese con mejores palabras), y "no te fies de los desconocidos que te inviten a su casa". Lo mejor de El placer del viajero es el precio (edición de bolsillo de Anagrama (compactos)), que se lee bien, y que es correcta. Nodras.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Unos superhéroes diferentes

The Authority
Warren Ellis y Bryan Hitch
1999. Norma Editorial.

La premisa de «The Authority» es sencilla pero novedosa: un grupo de superhéroes llega a la conclusión de que, si van a tener que salvar continuamente a la Tierra de todas las catástrofes posibles, tiene que ser por un mundo que merezca la pena, por lo que, aparte de luchar contra los inevitables villanos, también deciden tomar las riendas tanto económicas como políticas del planeta. Patiendo de esta idea básica, los guiones exploran todas las líneas argumentales imaginables para salirse de las tramas habituales en los cómics de superhéroes: naves que vuelan por espacios interdimensionales, evacuaciones de  los habitantes de la Tierra a universos paralelos, saltos a líneas temporales alternativas, etc. Afortunadamente, los superhéroes del grupo tienen suficiente carisma como para inyectar vida a unas historias tan apocalípticas como alucinógenas. Aunque resulta inevitable encontrar ciertos paralelismos con otros héroes de la Marvel, principalmente la Patrulla X, es innegable el esfuerzo realizado para aportar elementos novedosos. Entre los hallazgos más curiosos, resulta particularmente sorprendente que la mayor parte del peso romántico recaiga sobre una pareja de superhéroes gays: Apollo y Midnighter, que a lo largo de las historias se casan y hasta adoptan a una niña. Apollo viene a ser como un surfista californiano, bronceado y con melena rubia que, cómo no, recibe sus poderes del sol. Como contrapunto, salvaje, oscuro y carismático, Midnighter es el nuevo Lobezno y la popularidad que ha conseguido le ha permitido protagonizar su propia serie de cómics. Tal vez «The Authority» no desarrolle todo el potencial de las ideas que plantea, pero supone una ráfaga de aire fresco y, aunque sólo sea por eso, merece la pena pasar unas tardes acompañando a estos héroes tan particulares.


J. Granada

martes, 26 de octubre de 2010

Y hoy, una revista.

Salgo del gim de ponerme las tetas como una rubia de 15 años, y otra joven rubia, me obsequia con ésta revista, deben estar de promoción porque ya es la segunda vez.
En  fin son las típicas publicaciones para chicos donde podemos ver unas jovencitas estupendas que te ponen palote, consejos de cremas para la cara, las tendencias de moda, los coches, los gadgets para móviles, ordenadores, etc. Ah! y la chica de la portada es la hija de Mick Jagger, joder con lo feo que es el padre como puede nacer una rubia "asin". Yo me plantearía la prueba de paternidad.
Vamos que si os sobran  4,50€ y ganas de ir al kiosko te puedes llevar unos morritos Jagger de infarto.
Salutaciones. Joseph

lunes, 25 de octubre de 2010

NIVEL 26

No hay novela de suspense sin una rubia explosiva.
Anthony E. Zuiker es el creador y productor ejecutivo de la serie de televisión más vista del mundo: CSI.
Nos abre la puerta a un nuevo concepto del miedo. Ha llevado hasta extremos casi inconcebibles los límites de la perversión humana. Y lo ha hecho a través de un personaje, Spweegel,que no responde precisamente al perfil de los asesinos convencionales.
Con el Nivel 26 nace el concepto de la "Digi-novela", ciertos pasajes del libro, tienen escenas dramatizadas a las que el lector puede acceder gratuitamente por medio de la pagina web, una vez obtenida la contraseña y siguiendo las indicaciones de la novela, así refuerza aún más el contenido de lo escrito, ya que puedes ver y poner cara a los personajes.




Parece entretenida llevo solo 43 paginas. Salutaciones desde el planeta Rubias. Joseph

domingo, 24 de octubre de 2010

No todas las mujeres con un libro en las manos están leyendo

Hotel Ritz: Un siglo de en la historia de Madrid
Felipe Serrano
2010. Ediciones La Librería.

Qué mejor lugar para empezar un club de lectura para rubias que el Ritz. En este libro que, como bien reza el título, repasa un siglo de historia entre las paredes del Ritz, aprenderás que:

-         A principios de siglo, en Madrid, no sólo el metro circulaba como en Londres, los coches también iban por la izquierda.
-         La seda rosa en las pantallas de las lámparas es la que más favorece a la piel de las señoras.
-         Joseph Pla dijo que el Palace era el hotel de los que querían llegar algo grande en la vida, y el Ritz el de quienes ya habían llegado. Más adelante se comenta que Dalí, como buen catalán, se pasó al Palace (sic).
-         Fue en el Ritz donde se alojó el príncipe de Kapurthala cuando vino a España y se enamoró de Anita Delgado, a quien ayudaba Valle-Inclán a escribirle cartas al príncipe para formalizar su noviazgo (no se dice, pero Penélope tiene los derechos de la película).
-         Millán-Astray, fundador de la Legión, que había perdido un ojo y un brazo en Marruecos, amén de los costurones que lucía en la cara y el resto del cuerpo, daba un poco de miedo cuando acudía al hotel vestido de frac con su monóculo y la gran cruz alemana en el pecho.
-         Georges Sanders murió de una sobredosis de tranquilizantes en un hotel de Castedefells. No tiene nada que ver con el Ritz, pero ahí hay una historia.
-         Imperio Argentina intentó suicidarse en el Ritz.
-         El rey sólo ha acudido una vez de forma privada al Ritz, y fue con su padre a la barra del bar a tomar algo. No se lo cree nadie.
-         Los árabes que se ven tomando té o café, en realidad tienen whisky cola o vino en las tazas.
-         Adolfo Suárez era magro en sus hábitos alimenticios y más de una vez almorzaba con una simple tortilla francesa.
-         Muchos Jefes de Estado, sobre todo sudamericanos, han preferido quedarse en el Ritz a pernoctar en El Pardo por miedo al fantasma de Franco.
-         El Alfonso XIII, el cóctel que tomaba Gorbachov durante su estancia, se componía de helado de limón, vodka y granadina.
-         Corazón, Corazón se grababa siempre desde una suite que TVE tenía reservada de forma permanente en el hotel. Menudo dispendio, por no crear un decorado.


entre mil historias más que harán las delicias de las aficionadas al cuchicheo, el chismorreo, el cotilleo, el chafardeo y demás feos que siempre nos atribuyen. Me ha quedado una recomendación un poco Sección Femenina de la falange pero, como digo, no todas las mujeres con un libro en las manos estamos leyendo.

Os besa la frente,

Fran Kaplan